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El simple temor de una guerra comercial está generando tensiones en la economía global

LONDRES — Tan solo hace unos cuantos meses, parecía que la economía global era vibrante y las principales economías crecían al unísono. Ahora, las fortunas del mundo están en peligro por una guerra comercial en desarrollo.

A medida que el gobierno de Trump impone aranceles tanto a sus aliados como a sus rivales —y provoca amplias represalias— el comercio global sufre trastornos y da señales de tensiones que podrían obstaculizar el crecimiento económico. La última escalada llegó el 15 de junio, cuando el presidente Donald Trump anunció nuevos aranceles de 50.000 millones de dólares en productos chinos, lo que provocó una rápida represalia de Pekín.

Conforme crece el conflicto, se retrasan los embarques en los puertos y las terminales de carga aérea en todo el mundo. Los precios de materias primas claves se están incrementando. En las fábricas desde Alemania hasta México, se reducen los pedidos y se retrasan las inversiones. Los agricultores estadounidenses pierden ventas a medida que los socios comerciales responden con impuestos propios.

Los trabajadores de una acerería canadiense pelearon por retirar unos vagones de ferrocarril con destino a la frontera de Estados Unidos después de que este mes Trump lanzó aranceles sobre los metales importados. Un cliente de Seattle canceló su pedido con rapidez.

“El impacto se sintió de inmediato”, afirmó Jon Hobbs, presidente de AltaSteel en Edmonton. “En verdad nos estamos dando cuenta de lo que esto significa para los negocios de la gente”.

El gobierno de Trump describe su postura confrontativa como un medio para obligar a las empresas multinacionales a regresar la producción de las fábricas a las costas estadounidenses. Trump ha descrito las guerras comerciales como “fáciles de ganar”, mientras promete volver a equilibrar los déficits de Estados Unidos con las principales economías, como la china y la alemana.

Sin embargo, la ofensiva de Trump podría ser una táctica de negociación que amenace con provocar problemas económicos para obligar a que haya acuerdos, y no una medida que conduzca a una franca guerra comercial. Parece que los estadounidenses están mejor protegidos que la mayoría para enfrentar las consecuencias de estas hostilidades comerciales. Como una gran economía relativamente en buena forma, Estados Unidos puede encontrar compradores locales para sus bienes y servicios cuando se reduzcan las oportunidades de exportación.

Aun así, la historia ha demostrado que las guerras comerciales son costosas mientras aumentan los riesgos de hostilidades más abiertas. Se profundizan los temores de que el actual brote de antagonismo pueda afectar al resto del mundo.

Antes de que las medidas comerciales entren totalmente en vigor, los negocios ya están sufriendo las consecuencias: amenazas a sus suministros, incertidumbre acerca de los términos comerciales y un persistente temor acerca de lo que vendrá después.

“Tan solo hablar de proteccionismo crea problemas”, señaló Marie Owen Thomsen, economista jefa a nivel mundial en Indosuez Wealth Management en Ginebra. “Es un riesgo existencial para la economía mundial”.

Después de dos años de expansión, el tráfico de carga aérea se mantuvo sin cambios durante los tres primeros meses del año, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo. Las caídas han sido pronunciadas, sobre todo en Europa y Asia.

Los buques portacontenedores —los caballos de batalla del comercio global— no han tenido crecimiento en mercancía desde el otoño pasado en términos desestacionalizados, de acuerdo con un índice clave.

Un indicador de comercio mundial monitoreado por Oxford Economics, una empresa de investigación de Londres, registró recientemente su actuación más débil desde principios de 2017.

“No subestimemos el impacto macroeconómico”, advirtió la semana pasada la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, acerca de los conflictos comerciales. “Sería grave, no solo si Estados Unidos actuara, sino en especial si otros países tomaran represalias, sobre todo los más afectados, como Canadá, Europa y Alemania”.

Están surgiendo amenazas para el comercio justo cuando la economía global se enfrenta a otros retos importantes.

La decisión del gobierno de Trump de restablecer sanciones a Irán ha aumentado los precios del petróleo, lo que aumenta la presión sobre los importadores de todo el mundo. La economía de Europa se está debilitando y la de Alemania —la economía más grande del continente— es particularmente vulnerable. Los bancos centrales en Estados Unidos y Europa están retirando el dinero barato que enviaron a recorrer el sistema financiero global después de la crisis de 2008, lo que aumenta el costo de los préstamos.

El gobierno de Trump ha involucrado a Estados Unidos en conflictos cada vez más enconados con grandes socios comerciales.

Estados Unidos importó el año pasado más de 600.000 millones de dólares en bienes y servicios de Canadá y México, los otros dos países del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, mismo que Trump ha amenazado con acabar. Los estadounidenses compraron más de 500.000 millones de dólares de mercancía china y otros 450.000 millones de dólares de la Unión Europea. En total, eso suma casi dos tercios de todas las importaciones de Estados Unidos.

“Si perjudicas seriamente a cualquiera de estos tres, sentirás los efectos”, dijo Adam Slater, economista principal de Oxford Economics. “Si perjudicas a los tres al mismo tiempo, sentirás los efectos considerablemente”.

Para las empresas que fabrican acero y aluminio, los aranceles de Estados Unidos han planteado un reto directo y amenazante para sus negocios.

En Alta, la acerería de Edmonton, los aranceles sobre metales provocaron una crisis inmediata. Aproximadamente una quinta parte de los negocios de la empresa tiene que ver con embarcar acero a los clientes estadounidenses.

De forma repentina, la frontera que separa Canadá y Estados Unidos en efecto se llenó de niebla. La empresa cambió el rumbo de los vagones destinados a clientes de Estados Unidos, incurriendo en cargos extras por carga que llegaron a 100.000 dólares canadienses (alrededor de 76.000 dólares).

Los abogados de algunos clientes de Alta han sugerido que se podrían clasificar algunos productos para evitar tocar los aranceles estadounidenses, los cuales se aplican solo a ciertos tipos específicos de acero. Pero por ahora, la empresa está esperando la decisión de los abrumados funcionarios de aduanas de Estados Unidos.

“No sabemos cuándo tendremos una respuesta del gobierno de Estados Unidos”, señaló Hobbs. “Nadie, incluyendo la agencia de protección de la frontera de Estados Unidos, sabe qué hacer”.

En toda Europa, los fabricantes de acero se preocupan por una consecuencia indirecta de los aranceles de Trump: el acero barato de China que anteriormente se destinaba a Estados Unidos, ahora se dirige a su continente.

“Hemos visto incrementos”, afirmó Mathias Ternell, director de relaciones internacionales en Jernkontoret, una asociación sueca de la industria del acero en Estocolmo. “Es por lo que las empresas suecas y europeas más se preocupan”.

Trump describe las hostilidades comerciales como un correctivo necesario para los déficits comerciales de Estados Unidos con otros países. Pero los economistas y los líderes empresariales señalan que muchas importaciones son componentes que se emplean para producir bienes en las fábricas de Estados Unidos.

Para los compradores de acero y aluminio dentro de Estados Unidos, los aranceles han incrementado los precios, lo que desalienta la inversión.

Electrolux, el fabricante sueco de artículos para el hogar, recientemente pospuso sus planes de mejorar una fábrica de estufas en Tennessee, utilizando como argumento las incertidumbres creadas por los aranceles.

En los suburbios de Austin, Texas, Matt Bush, vicepresidente de una pequeña empresa que hace estructuras que se emplean en edificios de oficinas y locales comerciales, dijo que los aranceles del acero obligarían a su empresa a pagar hasta 50.000 dólares más al mes por el metal.

“Tienes que imaginar que toda la gente que está comprando aluminio y acero en bruto como insumos para su negocio está en el mismo predicamento”, afirmó. “Y quizá es sorprendente hasta dónde pueden llegar las consecuencias”.

Más allá del ámbito del metal, el impacto de las escaramuzas comerciales se está ampliando y está golpeando a pequeñas empresas y consumidores.

En México, la angustia acerca del comercio ha prevalecido desde que Trump tomó posesión, debido a sus amenazas de anular el TLCAN y sus planes de construir un muro a lo largo de la frontera. Los mexicanos comunes y corrientes han absorbido el golpe porque el peso mexicano se ha hundido y ha aumentado el costo de los bienes cotidianos procedentes de Estados Unidos.

“Ese presidente nos está llevando a la quiebra”, señaló Gustavo Ferreyra Olivares, un vendedor de fruta que ha tenido un puesto en un mercado de Ciudad de México durante 35 años. “Trump es el que ha subido los precios”.

La mayor parte de la fruta fresca de su puesto se cultivó en México, pero las manzanas Granny Smith, acomodadas en cajas de cartón, tenían la etiqueta de Estados Unidos, al igual que una pila de relucientes manzanas Gala e hileras ordenadas de Red Delicious.

Con el TLCAN, México se ha convertido en el mayor importador de manzanas estadounidenses en el mundo. Pero las ventas son bajas porque el precio ha subido casi una quinta parte tan solo durante la semana pasada.

El gobierno mexicano impuso hace poco aranceles del 20 por ciento a las manzanas estadounidenses en respuesta a los aranceles de Trumpsobre el acero, lo que dificultará más a Ferreyra vender sus productos estadounidenses. Se imagina que los agricultores del otro lado de la frontera están sufriendo también.

“México es un gran importador de manzanas”, afirmó. “Si decidimos boicotearlos, todos tendrán que mantenerse ahí”.

Los mercados de bienes básicos globales están luchando con los impactos del conflicto comercial, en especial China, que busca alternativas a los proveedores estadounidenses.

En años recientes, conforme han crecido los rangos de la clase media de China, también lo ha hecho el apetito nacional por la carne de puerco. El aumento en la cantidad de cerdos ha obligado a China a importar cada vez más volúmenes de soya de Estados Unidos.

Pero China ha apuntado directamente a las granjas de Estados Unidos como represalia a los aranceles de Trump sobre los metales y ha amenazado con impuestos a la soya procedente de Estados Unidos. Los productores de puerco de China han volteado a ver a Brasil y Argentina, los únicos países que ahora producen suficiente soya como para ofrecer una alternativa potencial al suministro de Estados Unidos.